LA DIRECCIÓN DEL CULTO (PARTE V)
3. La oración
a. Hasta la oración debe prepararse si no en las palabras, sí en los asuntos que se han de mencionar en ella.
1) Algunos opinan que la oración debe ser espontánea y que debe brotar del corazón.
2) Es verdad; pero la oración pública debe tener cierto orden pues de lo contrario resulta en una repetición de términos o frases sin sentido y desordenadas.
3) Muchas oraciones son tan indefinidas y generales que la congregación no sabe qué se pidió en ellas.
b. Sin embargo, el primer requisito de la oración en público es la sinceridad.
1) Debe brotar de un corazón que siente lo que los labios dicen.
2) El director del culto no ora en nombre propio.
3) Lo hace dando expresión al sentir de la congregación, aunque al mismo tiempo la guía.
c. El contenido de la oración en público debe estar inspirado en los grandes temas de la Biblia.
1) La majestad de Dios.
2) Lo maravilloso de las obras de Dios.
3) Las riquezas inescrutables de su gracia.
4) La persona y la obra de Jesucristo.
5) La acción del Espíritu Santo.
6) La vida cristiana con sus bendiciones y sus problemas.
7) Nuestra condición de pecadores que siempre hemos de confesar.
8) La esperanza del triunfo final de la gracia.
9) Las glorias de los acontecimientos futuros.
d. El contenido de la oración puede también verse afectado por las circunstancias especiales que pueden afectar visiblemente a la iglesia:
1) Sus proyectos
2) Sus logros
3) Sus necesidades y emergencias
4) Sus debilidades
5) Su necesidad de constante renovación para responder dignamente a la vocación divina.
e. Ocasionalmente los problemas de la ciudad, del propio país, de otros países o del mundo entero pueden también tener cabida en la oración del culto.
f. En lo que respecta a la voz nunca enfatizaremos demasiado la necesidad de ser naturales.
1) Resulta incomprensible (en oportunidades ridículo) que una persona emplee al hablar con Dios un tono diferente del que normalmente usa al hablar con sus semejantes.
2) Hay que evitar tanto la entonación “catedralicia” como la “tribunicia”.
3) Ni voces excesivamente solemnes o quejumbrosas ni clamores desmesuradamente fogosos o estridentes.
4) Al igual que la predicación, la oración tiene que distinguirse por la llaneza en sus formas de expresión.
28.4.08
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